Tuesday, November 18, 2014

Dos mil tres

                                                         Me contaron que al final terminaste siendo una buena mina.
Recordaré, por mucho tiempo
que viví, atrapado en tu exquisito limbo
de trabajo, cansancio,
tabaco, ansiedad y vino.

Y no aprendo.
Te volvería a emprender.

Será porque
añoro, tal vez,
y de manera
siempre inexplicable,
la presencia pálida y traidora
de lo amigos fugaces
y la soledad
en carne viva,
disimulada entre el frío
y todos los aturdimientos posibles
que me ofrecieron tus noches.
Será porque
todavía escucho tu consejo,
retumbar en el auricular
de mi viejo teléfono
la maldita enseñanza
que me susurraste
con tu voz de mujer,
una ley universal y que es terrible:
Nadie es imprescindible.
Y que lo mas seguro que creemos que tenemos
es lo mas ilusorio, y hace mella sin remedio
Esto se aprende siempre tarde...
y uno puede ahogarse en el dolor
en el estúpido momento
en que la vida te lo grita en la cara
O de manera simple, naturalmente
se acepta, que simplemente se vive.
Embriagado en la esperanza
hasta encontrarse, no tan inocente
llegando, otra vez, a la fatal desilusión.